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11/22/2006

UN BUEN VIAJERO NO TIENE PLANES FIJOS Y SU OBJETIVO NO CONSISTE EN LLEGAR


“Lo más atroz de las cosas malas de la gente mala es el silencio de la gente buena”. Gandhi.
Podemos ver la realidad de dos maneras: Uno puede creer literalmente lo que lee en los periódicos, oye en la radio, ve en la televisión y lo que exponen los grupos mediáticos; es un modo seguro, garantizado, de estar en el mundo sin que aparezcan sombras, enigmas o motivo alguno de inquietud. Llamaremos a este modo: “Versión Disney” de la historia, en ella el universo cotidiano oscila regular y previsiblemente entre una pareja de valores claramente delimitados y cognoscibles: la Derecha y la Izquierda. Podemos también cuestionar esta forma gregaria de hipnosis y acceder paulatinamente al conocimiento de una historia secreta, invisible, negada por “las más diversas autoridades”, una historia que no coincide con los valores de la tribu y que rompe con numerosos tabúes. “En la democracia no existe nada similar a una clase dirigente. Los medios de comunicación son herramientas imprescindibles para mantener las libertades mediante la configuración de una opinión pública informada y responsable”. Ante una pantomima como ésta, claro ejemplo de manipulación y desinformación, solamente cabe una sonrisa escéptica o una crítica breve, arrebatada y feroz. Existe la clase dirigente. La democracia es escasa o nulamente democrática. Nuestros destinos los rigen el gobierno oculto. Los grupos mediáticos persiguen una política de ocultación y distorsión de los acontecimientos de acuerdo con los intereses de sus gestores propietarios, en el mejor de los casos, en el peor, nos encontramos ante un programa acelerado y premeditado de embrutecimiento ante el cual el “panem et ciercenses” de la antigua Roma constituye una mera anécdota. Si tratamos de rellenar este esqueleto con carne, es decir con nombres propios o vicisitudes históricas concretas, seremos inmediatamente tachados de paranoicos. Es un modo de desacreditar a los que mantienen posiciones incómodas. Perdamos el miedo, no nos ofusquemos, permanezcamos alerta. Lo que ellos llaman paranoia es un paso adelante en el camino de la salud mental y gracias a ello, una autopista hacia nuestra verdad. Riamos. Nada más serio que el humor. Nada menos divertido y auténtico que la sonrisilla de superioridad del ignorante que todo lo sabe mediante la prensa, la ciencia con minúsculas y los prejuicios.

Cuentan que un buscador de la verdad salió en cierta ocasión a los caminos de Iurancha -el mundo- Y allí, en el gran cruce del mundo interrogó a sus hermanos. Decidme, ¿cuál es la verdad? Busca la filosofía -respondieron los filósofos-. No, -argumentaron los políticos- la verdad está en el servicio. Entra a las catedrales -le aseguraron los clérigos-. Sin duda, la verdad es la sabiduría -terciaron los sabios-. Renuncia a todo -esgrimieron los ascetas-. Contempla y ensalza las maravillas del señor -le anunciaron los místicos-. Acata y cumple las leyes -señalaron los gobernantes-. Conócete a ti mismo -cantaron los guardianes del esoterismo-. La verdad está en los números sagrados -dedujeron los cabalistas-. Vive los placeres -aconsejaron los epicúreos-. Únete a nosotros -le gritaron los revolucionarios-. La verdad es un mito -respondieron los escépticos-. Vive y deja vivir -clamaron los existencialistas-. El pasado: esa es la única verdad -clamaron los existencialistas-. Confundido, aquel humano se dejó caer sobre el polvo del camino, mientras aquella multitud se alejaba cantando y reivindicando “su” verdad. En eso, acertó a pasar junto al hombre un venerable anciano que portaba un refulgente diamante. ¿Quién eres? Preguntó el derrotado buscador de la verdad. Y el anciano, mostrándole el diamante respondió: Soy el guardián de la verdad. ¿La Verdad? ¿Es qué existe? El anciano sonrió y aproximando la gema al rostro del humano, replicó: La verdad. Como este tesoro, tiene mil caras. A cada uno le corresponde averiguar cual es la que le toca.

“Lo más atroz de las cosas malas de la gente mala es el silencio de la gente buena”. Gandhi.

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