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5/19/2007

LA CIENCIA DEL ALMA



El hombre duerme casi una tercera parte de su vida, aproximadamente veinte años. Pero el dormir ha sido desaprovechado, terriblemente desaprovechado. Nadie piensa en ello, nadie medita sobre ello. Esto ha sucedido porque el hombre ha prestado demasiada atención a su mente consciente. La mente posee tres dimensiones. De la misma forma que la materia tienes tres dimensiones, también la mente tiene tres dimensiones. Solamente una dimensión es consciente; otra dimensión es inconsciente y hay todavía una tercera dimensión que constituye el superconsciente. Estas tres dimensiones pertenecen a la mente—de forma análoga a la materia—porque en lo profundo la mente también es materia. O, puedes decirlo de otra forma: la materia es también mente. Ha de ser así, porque sólo existe lo Uno. La mente es materia sutil; la materia es mente sin refinar. Pero corrientemente, el hombre vive sólo en una dimensión: el consciente. El sueño pertenece al inconsciente, el soñar pertenece al inconsciente. La meditación, el éxtasis, pertenecen al super-consciente, de la misma forma que el estar despierto y el pensar pertenecen al consciente. Penetremos pues, lentamente, en el fenómeno de la mente. Lo primero que hay que recordar sobre la mente es que es como un iceberg; su parte superior se encuentra en la superficie. Puedes verla, pero sólo es una décima parte del total. Nueve décimas partes están ocultas debajo. Generalmente no puedes verlas a menos que te sumerjas en las profundidades. Pero éstas son sólo dos dimensiones. Existe una tercera dimensión, como si una parte del iceberg se hubiera evaporado y se hubiese convertido en una pequeña nube suspendida en el cielo. Alcanzar el inconsciente es difícil. Es casi imposible alcanzar esa nube. Desde luego forma parte del mismo iceberg, pero como vapor. Por eso la meditación es tan difícil, por eso el samadhi es tan arduo. Requiere toda tu energía. Exige total devoción. Solamente entonces se hace posible el movimiento vertical hacia esa especie de nube que es la superconsciencia. El consciente está aquí; tú me escuchas desde el consciente. Si piensas en lo que estoy diciendo, si en tu interior mantienes una especie de diálogo con todo lo que estoy diciendo, si en tu interior van surgiendo comentarios, eso es la mente consciente. Pero puedes escucharme sin pensar, en profundo amor, de corazón a corazón, sin verbalizar lo que estoy diciendo, sin juzgar lo que estoy diciendo, sin evaluar si está bien o mal. Sin valorar. Simplemente escucha desde un profundo amor como si la mente hubiera desaparecido y el corazón escuchara y latiera alegremente. Entonces, el inconsciente está escuchando. Entonces, todo lo que diga profundizará hasta tus mismas raíces. Pero también existe la tercera posibilidad: puedes escuchar a través del superconsciente. Entonces, incluso el amor supone una alteración; muy sutil, pero incluso el amor es entonces una alteración. Entonces no existe nada: ni pensamientos, ni sentimientos. Simplemente te vuelves un vacío, una ausencia,.... Y en ese vacío cae todo lo que te digo. Entonces, estás escuchando desde el superconsciente. Ésas son las tres dimensiones. Mientras estás despierto, vives en el consciente: trabajas, piensas, haces esto y lo otro. Cuando te duermes, el consciente deja de funcionar; descansa. Otra dimensión empieza a trabajar: el inconsciente. Entonces no puedes pensar, pero puedes soñar. Y durante la noche se suceden ininterrumpidamente unos ocho ciclos de sueños. Sólo durante unos pocos instantes dejas de soñar; durante el tiempo restante, sueñas. Patanjali dice,
Medita también sobre el conocimiento que te llega durante el sueño.

Simplemente te deslizas en el sueño como si fuera una cierta clase de ausencia. No lo es; tiene una presencia propia. El estar dormido no es solamente la negación del estar despierto. Si lo fuera, entonces no habría nada sobre lo que meditar. El dormir no es como la oscuridad, como una ausencia de luz; no. El dormir, tiene su propia positividad. Existe, y existe al igual que existe tu estar despierto. Y cuando medites y los misterios del sueño te sean revelados, entonces descubrirás que no existe diferencia alguna entre estar despierto y estar dormido. Ambos existen por sí mismos. El dormir no es solamente dejar de estar despierto; es una clase de actividad diferente. De ahí los sueños. Soñar es una actividad tremenda, más poderosa que tu pensar, más importante, porque pertenece a una parte de tu ser más profunda que el pensar. Cuando te duermes, la mente que funcionó todo el día se encuentra cansada, agotada. Es una mente diminuta, una décima parte comparada con el inconsciente que es nueve veces más grande y poderoso. Y si la comparas con el superconsciente,... la comparación no es posible, porque el superconsciente es infinito, el superconsciente es omnipotente, omnipresente, omnisciente. El superconsciente es lo que Dios es. Incluso comparado con el inconsciente, el consciente es muy pequeño. Se cansa, necesita descanso para recargarse. El consciente se apaga. Durante el sueño empiezas una frenética actividad: el soñar.

Y ¿por qué ha sido despreciado? Porque la mente ha sido entrenada para sentirse identificada con el consciente, de forma que pienses que durante el sueño dejas de existir. Por eso el dormir parece una pequeña muerte. Nunca piensas en lo que entonces sucede. Patanjali dice, «Medita sobre ello y descubrirás muchas cosas en tu propio ser». Te llevará algo de tiempo penetrar conscientemente en el sueño, porque incluso cuando estás despierto no eres consciente. De hecho, te mueves estando despierto como si estuvieras profundamente dormido, como un sonámbulo, como uno que camina estando dormido; no estás realmente muy despierto. No pienses que porque tus ojos están abiertos, eres consciente. Ser consciente significa que hagas lo que hagas o suceda lo que suceda en todo momento, lo haces con plena lucidez. Incluso si levanto mi mano haciéndote una indicación, lo hago con plena consciencia. Puede ser hecho de una forma robótica, mecánica; no eres consciente de lo que le sucede a la mano. En realidad, no la has movido. Se ha movido por sí misma, es inconsciente. Por eso es tan difícil penetrar en tu propio sueño.

Pero si uno lo intenta... En lo primero que hay que esforzarse es: mientras estés despierto permanece más atento, porque allí es donde has de empezar a esforzarte. Caminando por la calle, camina siendo plenamente consciente, como si estuvieras haciendo algo sumamente importante. Es muy importante. Deberías dar cada paso con plena atención. Si puedes hacerlo, solamente entonces serás capaz de penetrar en el sueño.

Ahora mismo tu consciencia es muy difusa. En el instante en que tu mente consciente se desconecta, esa débil consciencia desaparece como una pequeña onda. No tiene energía, es muy, muy débil, como un parpadeo, con voltaje cero. Has de comunicarle más energía, tanta energía que cuando la mente consciente se desconecte, esa consciencia pueda continuar por sí misma y tú te duermas siendo consciente. Esto puede suceder si realizas todas tus otras actividades con consciencia: caminar, comer, dormir, bañarte. Intenta durante el día que todo lo que hagas se convierta en una excusa para el adiestramiento interior de tu plena consciencia. Así, la actividad se convierte en algo secundario. El ser consciente durante esa actividad se convierte en lo principal.

Cuando por la noche ceses en tu actividad y te vayas a dormir, esa consciencia continuará. Incluso mientras te estés durmiendo, esa consciencia se convertirá en un observador: sí, el cuerpo se está durmiendo. Poco a poco, el cuerpo se va relajando. Tú no lo verba-lizas; simplemente observas como, poco a poco, los pensamientos van desapareciendo. Observa los espacios. Poco a poco, el mundo se va volviendo muy, muy distante. Vas acercándote a los fundamentos de tu ser, al inconsciente. Si eres capaz de dormirte siendo consciente, solamente entonces será posible que esa continuidad perdure durante toda la noche. Eso es lo que Patanjali quiere expresar al decir, «Medita también sobre el conocimiento que te llega durante el sueño».

Y el soñar puede aportarte mucho conocimiento porque es tu casa de los tesoros, tu almacén de muchas, muchas vidas. Y has estado acumulando allí muchas cosas. Trata primero de ser consciente mientras estás despierto, mientras estás en estado de vigilia, y luego, por sí misma, la consciencia se convertirá en algo tan poderoso que no importará en qué actividad te encuentres implicado; no habrá diferencia entre caminar de verdad o caminar en sueños. Y cuando por primera vez te duermas siendo consciente, verás cómo cambia tu mecanismo. Incluso sentirás el click del instante en que desaparece el estado de vigilia, de la mente que se apaga; comienza otro reino. El ser ha cambiado de marcha. Entre esas dos marchas hay un pequeño punto muerto. Porque siempre que cambias de marcha, has de pasar por el punto muerto. Poco a poco, te irás volviendo consciente no sólo del cambio de marcha, sino del espacio entre las dos y en ese espacio alcanzarás tu primer vislumbre del superconsciente.

Cuando la mente consciente cambia al inconsciente, tan sólo durante un ínfimo instante, serás capaz de contemplar el superconsciente. Pero ése es un capítulo posterior de la historia; lo menciono sólo de pasada. Primero, tendrás que ser consciente del inconsciente y eso supondrá un tremendo cambio en tu vida.

Cuando empieces a observar tus sueños, descubrirás que existen cinco tipos de sueños. La primera clase de sueños es pura basura. Y muchos miles de psicoanalistas están trabajando en esa basura. No sirve de nada. Aparece porque con el transcurso del día, trabajando durante todo el día, acumulas mucha basura. Es igual que cuando el cuerpo se ensucia y necesitas un baño, necesitas limpiarte. De la misma forma, la mente acumula suciedad. Y no existe un medio para poder limpiar la mente, de forma que la mente posee un mecanismo automático para librarse de toda la basura, de toda la suciedad. El soñar no es nada más que la nube de polvo que levanta la mente al limpiarse; la primera clase de sueños. Y ésa es la clase más numerosa de sueños; casi el noventa por ciento. Casi el noventa por ciento de sueños son simplemente polvo que es limpiado; no les prestes mucha atención. Y, poco a poco, a medida que tú consciencia vaya creciendo, serás capaz de ver que es suciedad.

La segunda clase de sueños es una especie de satisfacción de tus necesidades. Existen muchas necesidades—necesidades naturales—pero los sacerdotes y los mal llamados maestros religiosos han envenenado tu mente. No te permiten ni siquiera satisfacer tus necesidades fundamentales. Las han condenado por completo. Y esa condena ha penetrado en ti, de modo que suspiras por satisfacer muchas de esas necesidades. Esas necesidades insatisfechas demandan cumplimiento. Y la segunda clase de sueños no es nada más que una satisfacción de esas necesidades. Sea lo que sea lo que hayas negado a tu ser—debido a los sacerdotes y a los envenenadores—en sueños la mente trata de satisfacerlo de una u otra forma.