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11/23/2006

LA EVOLUCION MORAL


LAS SEIS CUALIDADES


El desarrollo de este sentido se propicia de la siguiente manera. En primer lugar, el discípulo empezará por regular el desarrollo de sus pensamientos, lo que se llama el control o dominio de los pensamientos. Así como el loto de dieciséis pétalos requiere para su desenvolvimiento pensamientos significativos, ajustados a la verdad, el de doce pétalos se desarrolla por el dominio interior del decurso de los pensamientos. Los pensamientos que divagan incontrolados, o que se suceden desordenadamente y no de una manera razonable y lógica, deterioran la forma de esta flor de loto. Cuanto más se logre una sucesión ordenada de los pensamientos, evitando todo desvío ilógico, tanto más adecuada será la forma que este órgano desarrolle.Cuando el discípulo oiga expresar pensamientos ilógicos, se representará inmediatamente el pensamiento correcto respectivo. No debe, naturalmente, sustraerse al trato de personas tal vez carentes de lógica, para así favorecer su propio progreso, ni tampoco sentirse impulsado a corregir instantáneamente cuanto de irrazonable se exprese en derredor suyo; tratará más bien de encauzar tranquilamente en su alma, conforme a la lógica y la razón, los pensamientos que le invadan desde fuera, y se esforzará en conservar en todo momento la orientación de sus propios pensamientos.En segundo lugar, deberá introducir en su actuar la misma lógica consecuente (control o dominio de las acciones). Toda inestabilidad, toda discordancia en el obrar, ejercen una influencia perniciosa sobre la mencionada flor de loto. Después de haber realizado algo, el discípulo dispondrá la siguiente acción de tal manera que sea la consecuencia lógica de la precedente. El que hoy obre de una manera y mañana de otra, no desarrollará jamás el sentido caracterizado.El tercer requerimiento es el cultivo de la perseverancia. El discípulo no se dejará desviar por influencia alguna del objetivo que se haya impuesto, en tanto que lo pueda considerar como acertado. Los obstáculos le serán motivo para vencerlos y no para abandonar su propósito.El cuarto requisito es la tolerancia hacia los hombres, hacia los demás seres, incluso hacia los hechos. El discípulo ha de reprimir toda crítica superflua de lo imperfecto y de lo malo; por el contrario, tratará de comprender todo lo que se le presente. Al igual que el sol no niega su luz a lo malo, así tampoco el discípulo negará su sentimiento comprensivo. Si le toca algún infortunio, no se dejará arrastrar por juicios condenatorios, sino que lo aceptará como una necesidad y procurará, en todo lo posible, darle un giro hacia lo benéfico. No considerará las opiniones de los demás exclusivamente desde su propio punto de vista, sino que tratará de colocarse en la situación de ellos.La quinta actitud es mantenerse libre de prejuicios frente a cuanto se presente en la vida. A este respecto se habla también de la "fe" o de la "confianza". El discípulo la dispensa a todo hombre y todo ser viviente y procede lleno de confianza en todas sus acciones. Al referírsele algún hecho nunca se dirá: no lo creo porque está en contradicción con la opinión que me he formado. Antes bien, en todo momento estará dispuesto a examinar y rectificar su propio parecer, según otro criterio; estará siempre sensible a todo cuanto se le presente. Confía en la eficacia de lo que emprende, desterrando de su ser la vacilación y el escepticismo. Si se propone algo, tiene también fe en el poder de su propósito; cien fracasos no pueden arrebatarle esta fe que es la "fe que mueve montañas".La sexta cualidad es la adquisición de cierto equilibrio interior (ecuanimidad). El discípulo se esfuerza en conservar esta ecuanimidad, tanto frente al dolor como frente a lo afortunado, y renuncia a la vacilación entre el estar lleno de júbilo y el hondamente afligido. La desgracia y el peligro, así como la dicha y la prosperidad, le encontrarán siempre por igual escudado.Los estudiantes de la ciencia espiritual reconocerán en lo anteriormente descrito las llamadas "seis cualidades" que el aspirante a la iniciación debe desarrollar en sí mismo. Aquí hemos destacado su relación con el sentido anímico al que se denomina la flor de loto de doce pétalos. Nuevamente, es la enseñanza oculta la que puede dar instrucciones especiales para que madure esta flor de loto, pero también en este caso la evolución de su forma regular depende del desarrollo de las cualidades enumeradas.Si no se pone el debido cuidado, dicho órgano se convierte en una caricatura de lo que debe ser. En este caso, de adquirir cierto don de clarividencia, las cualidades mencionadas podrían tomar un giro hacia el mal en vez de hacia el bien; el hombre podría tornarse particularmente intolerante, irresoluto, negativo hacia sus semejantes; podría, por ejemplo, tornarse sensible respecto al modo de pensar de otras almas y, a raíz de ello, rehuirlas u odiarlas. Podría suceder que, a causa del frío anímico que le embarga al escuchar opiniones contrarias, no fuera capaz de prestar atención a lo que le dicen, o adopte una actitud de rechazo.Si a cuanto hemos dicho se añade la observancia de ciertas instrucciones, que el discípulo sólo puede recibir por comunicación personal con el iniciado, se adelantará el desenvolvimiento de la flor de loto. Bastan, sin embargo, las instrucciones aquí transmitidas para introducir al discípulo en la verdadera enseñanza oculta. El vivir con arreglo a estas indicaciones, será útil incluso para aquel que no desee o no pueda someterse a la enseñanza oculta, puesto que el efecto sobre el organismo anímico se producirá de todos modos, aunque sea lentamente.Para el discípulo, es indispensable la observancia de estos principios. Si él intentara buscar la enseñanza oculta sin atenerse a ellos, sólo podría entrar en los mundos superiores con visión deficiente en sus pensamientos y, en vez de conocer la verdad, estaría sujeto a engaños e ilusiones. Aunque clarividente en cierto sentido, recaería realmente en mayor ceguera. Antes, siquiera podía sentirse seguro y, en cierto modo, firme en el mundo de los sentidos; ahora, ve lo que está tras este mundo y se desorienta en él antes de poner pie firme en el mundo superior. Corre el peligro de no poder discernir entre la verdad y el error y pierde toda orientación en la vida. Por esta razón es particularmente necesario tener paciencia en estas cosas.Siempre hay que tener presente que la ciencia espiritual no puede ir más lejos en sus instrucciones sino en la medida en que exista el firme propósito de buscar el normal desarrollo de las "flores de loto". Si se alcanzara su madurez antes de que hubieran adquirido gradualmente la forma que les corresponde, se formarían verdaderas caricaturas de estas flores. Las instrucciones especiales de la ciencia espiritual propician la madurez de esas flores, en tanto que su forma les es dada por el modo de vivir arriba descrito.


LA FLOR DE LOTO DE 10 PETALOS


El desenvolvimiento de la flor de loto de diez pétalos requiere un cultivo anímico particularmente delicado. Aquí se trata de aprender a dominar conscientemente las impresiones sensorias mismas. Esto es sumamente necesario en los pasos iniciales hacia la clarividencia, pues sólo de ese modo se es capaz de evitar muchas ilusiones y arbitrariedades espirituales.Comúnmente, el ser humano no se da cuenta de cuántas cosas influyen sobre sus ocurrencias y sus recuerdos, y cómo éstos se producen. Tomemos, por ejemplo, el caso siguiente. Alguien viaja en tren absorto en un pensamiento. Súbitamente, este pensamiento toma otro giro; la persona se acuerda de algo vivido años atrás y lo entrelaza con su pensamiento de ahora, pero no se da cuenta de que su mirada estuvo dirigida hacia una persona que se parecía a otra que había estado involucrada en la experiencia recordada. No tiene conciencia de lo que ha visto, pero sí del efecto; y se imagina que el recuerdo ha sido "espontáneo". ¡Cuántas cosas acontecen así en la vida! ¡Cómo se entreteje en nuestra vida lo que hemos experimentado o lo que hemos leído, sin que nuestra conciencia se dé cuenta de la asociación!Otro ejemplo: alguien siente antipatía hacia un determinado color sin ser consciente de que esto le sucede porque el maestro que le atormentaba hace muchos años vestía un traje de ese color. Innumerables son las ilusiones que se basan en semejantes circunstancias. Muchas cosas se impregnan en el alma sin grabarse también en la conciencia.Puede darse el siguiente caso: alguien lee en un periódico la noticia de la muerte de un personaje conocido. Afirma ahora con plena convicción haber tenido "ayer" un presentimiento de esta muerte, aunque nada había visto ni oído que hubiera podido sugerirle esta idea. Y, efectivamente, es cierto que "ayer" le vino, como "espontáneamente", el pensamiento de que iba a morir esa persona. Sólo que se le escapó un detalle: unas horas antes de que le viniera ese pensamiento, se encontraba de visita en casa de un amigo, donde había un diario en la mesa, y aunque no lo leyó, sus ojos fueron a dar sobre la noticia de la grave enfermedad de la persona en cuestión. Esta impresión no llegó a su conciencia; pero tuvo como efecto el "presentimiento".Cuando se reflexiona sobre semejantes hechos, es fácil imaginarse cuántas ilusiones y fantasías se derivan de ellos. Y el que quiera desenvolver la flor de loto de diez pétalos, deberá cerrar la fuente de esas ilusiones y fantasías, ya que esta flor de loto permite percibir cualidades recónditas del alma. Pero esas percepciones sólo corresponden a la verdad si el discípulo se ha liberado totalmente de tales ilusiones.Con este fin, es preciso lograr el dominio de todas las impresiones que provienen del mundo circundante, a tal punto que se cierre el paso a toda impresión que no se quiera recibir. El desarrollar semejante facultad sólo es posible mediante una vida interior fortalecida. El discípulo debe adquirir suficiente fuerza de voluntad para que sólo le causen impresión las cosas a que diríjala atención y para sustraerse a las impresiones que intencionalmente no busque. No verá más que lo que quiera ver; y para él efectivamente no existirá aquello hacia lo cual no dirija la atención.Cuanto más vivido e intenso se vuelva el trabajo interior del alma, tanto mejor se alcanzará este fin. El discípulo debe evitar el pasear la mirada y curiosear con el oído distraídamente; sólo existirán para él las cosas hacia las cuales dirija sus sentidos. Deberá ejercitarse en esfuerzos de no oír nada, aún en medio del mayor barullo, si no quiere oír. Deberá procurar que sus ojos sean insensibles a las cosas que no mire intencionalmente.Algo como una coraza deberá proteger su alma contra toda impresión inconsciente. En este sentido, debe poner particular cuidado en su manera de pensar. Escogerá un pensamiento determinado y procurará no vincular con él otros pensamientos que los que él quiera asociar conscientemente y con plena libertad; rehusará las ocurrencias incontroladas y, antes de enlazar un pensamiento con otro, reflexionará cuidadosamente dónde se le había presentado este último.Todavía irá más lejos. Cuando, por ejemplo, sienta cierta antipatía con respecto a no importa qué cosa, se empeñará en combatirla y tratará de establecer una relación consciente con ella. De esta manera, los elementos inconscientes que invaden su alma van disminuyendo progresivamente. Sólo mediante esta rigurosa autodisciplina, la flor de loto de diez pétalos irá adquiriendo la forma que debe tener.La vida anímica del discípulo debe ser una vida de atención, y hay que saber alejar de sí mismo todo aquello a lo cual no se quiere o no se debe prestar atención. Cuando a semejante autodisciplina se le añade la meditación conforme a las instrucciones de la Ciencia Espiritual, se ve madurar de manera normal la flor de loto en la región del epigastrio, y lo que antes se percibía solamente como forma y calor mediante los órganos espirituales citados, aparece ahora espiritualmente dotado de luz y color.Gracias a ello se revelan, por ejemplo, dotes y facultades de otras almas, así como fuerzas y cualidades ocultas de la Naturaleza; se hacen visibles los colores del aura de los seres vivientes; el mundo circundante nos revela sus cualidades de índole anímica. Se comprende que es precisamente en esta esfera del desarrollo donde se requiere el mayor cuidado, puesto que entra en juego una inmensa multitud de recuerdos inconscientes.De no ser así, muchos poseerían el sentido en cuestión, puesto que éste aparece casi inmediatamente después que el hombre domina en verdad sus impresiones sensorias hasta el punto de someterlas por completo a su atención o desvío de la atención. Este sentido anímico sólo permanece inactivo mientras el predominio de los sentidos exteriores lo ensordece y embota.El desenvolvimiento de la flor de loto de seis pétalos, situada en el centro del cuerpo, ofrece más dificultades que el de la anterior, porque requiere el absoluto dominio de todo el ser humano por medio de la autoconciencia, de modo que cuerpo, alma y espíritu, se encuentren en absoluta armonía.Las funciones del cuerpo, las inclinaciones y pasiones del alma, los pensamientos y las ideas del espíritu deben armonizarse perfectamente. El cuerpo debe ser tan ennoblecido y purificado que sus órganos no impulsen a nada que no se realice al servicio del alma y del espíritu. El alma no debe ser impulsada por el cuerpo hacia deseos y pasiones contrarias al pensar puro y noble. El espíritu, por su parte, no debe tener necesidad de imponer al alma deberes y leyes como un amo a su esclavo, sino que ella ha de obedecer a los deberes y preceptos por su propia y libre inclinación.El discípulo ha de considerar el deber, no como imposición a la que se supedite a pesar suyo, sino como algo que practica porque lo ama; debe desarrollar en sí mismo un alma libre que mantenga el equilibrio entre lo sensual y lo espiritual, a tal punto que pueda obedecer a su sensualidad, porque ésta estará tan purificada que ya ha perdido la fuerza de rebajarle al nivel de ella. Así, no tendrá necesidad de refrenar sus pasiones, pues éstas, por sí mismas, se orientan hacia lo correcto.Mientras el hombre tenga necesidad de mortificarse, no podrá ser discípulo de lo oculto de cierto grado evolutivo, pues toda virtud que el hombre se arranca forzadamente, carece de valor para el discipulado. Mientras subsista una apetencia se verá perturbado el desarrollo oculto, aun cuando el discípulo se esfuerce en no satisfacerla, y es indiferente que el deseo ataña más al cuerpo o al alma. Si, por ejemplo, alguien se priva voluntariamente de determinado estimulante con el fin de purificarse por la privación del goce, esto sólo le será útil si su salud no se afecta por esta abstinencia. En caso que sí, es obvio que el cuerpo apetece ese estimulante, y entonces la privación será inútil. En tal caso puede ser necesario que el hombre tenga que renunciar momentáneamente al fin anhelado y esperar a que se presenten condiciones exteriores más favorables, quizá hasta una vida futura.En cierta situación es mucho más provechoso renunciar prudentemente, que ansiar un objetivo que, en las condiciones dadas, está fuera del alcance; y tal renuncia juiciosa es más favorable para la evolución que la actitud opuesta


LA PERCEPCION EXTRASENSORIAL


El que haya desarrollado la flor de loto de seis pétalos, logrará comunicarse con seres que pertenecen a los mundos superiores, siempre y cuando su existencia se manifieste en el mundo anímico. Sin embargo, la enseñanza oculta no recomienda el desenvolvimiento de este loto antes de que el discípulo haya avanzado lo suficiente en el sendero para permitirle elevar su espíritu a un mundo todavía más alto. La entrada en el mundo espiritual propiamente dicho, deberá acompañar siempre al desarrollo de las flores de loto, pues, de otro modo, el discípulo podría caer en confusión e incertidumbre. Aprendería a ver, pero carecería de la facultad de juzgar correctamente lo percibido. No obstante, la posesión de las cualidades necesarias para el desenvolvimiento de la flor de loto de seis pétalos, constituye ya cierta garantía contra la confusión y la inconstancia, pues no será fácil desconcertar a quien haya alcanzado el perfecto equilibrio entre la sensualidad (cuerpo) , la pasión (alma) y la idea (espíritu). Sin embargo, hace falta algo más que esta garantía cuando, por el desenvolvimiento del loto de seis pétalos, el hombre llegue a percibir seres con vida e identidad propias que pertenecen a un mundo enteramente diferente del que conocen sus sentidos físicos. No le basta el desarrollo de las flores de loto para adquirir la certidumbre necesaria en tales mundos; para ello es menester que disponga de otros órganos más elevados. Trataremos ahora del desarrollo de estos órganos más elevados; después se podrá hablar de las demás flores de loto, así como de otros aspectos de la organización del cuerpo anímico.El desarrollo del cuerpo anímico, tal como se acaba de describir, capacita al hombre para percibir fenómenos suprasensibles, mas aquel que quiera orientarse realmente en ese mundo, no debe detenerse en este estado evolutivo. No es suficiente la mera movilidad de las flores de loto; el hombre debe ser capaz de regular y vigilar, por su propia voluntad y en plena conciencia, el movimiento de sus órganos espirituales. De lo contrario, se convertiría en juguete de fuerzas y potencias ajenas. A fin de evitarlo, deberá adquirir la facultad de percibir el llamado "verbo interior", con cuyo objeto hay que prestar atención al desarrollo, no solamente del cuerpo anímico, sino también del etéreo, ese cuerpo sutil que aparece al clarividente como una especie de doble del cuerpo físico, y que representa, en cierto modo, un estado intermedio entre este último y el cuerpo anímico. Quien está dotado de facultades clarividentes, tiene la posibilidad de hacer completa abstracción del cuerpo físico de una persona. Esto corresponde, en un grado superior de desarrollo, a un ejercicio de atención de un grado inferior. Al igual que el hombre puede desviar su atención de un objeto que tenga ante sí, de modo que éste deja de existir para él, así también el clarividente será capaz de borrar de su percepción un cuerpo físico, de manera que éste llegue a serle físicamente transparente. En tal caso, para el ojo anímico del clarividente sólo existirá el llamado cuerpo etéreo, aparte del cuerpo anímico que rebasa y compenetra a los otros dos.El cuerpo etéreo es aproximadamente del mismo tamaño y forma que el cuerpo físico, ocupa, pues, más o menos el mismo espacio que éste. Es una conformación sumamente delicada y sutilmente organizada. Su color básico es distinto de los siete colores del arco iris. El que lo perciba, conocerá un color que propiamente no existe para la observación sensorial y que podría compararse, aproximadamente, con la tonalidad de la flor recién abierta del durazno. El que quiera limitarse exclusivamente a la observación del cuerpo etéreo, tendrá que borrar de su observación también la visión del cuerpo anímico, mediante un ejercicio de atención similar al descrito anteriormente. De no hacerlo, el aspecto del cuerpo etéreo se presentaría modificado por el cuerpo anímico que lo penetra totalmente.Las partes elementales del cuerpo etéreo se hallan en continuo movimiento; innumerables corrientes lo atraviesan en todas las direcciones. Mediante estas corrientes, se mantiene y se regula la vida. Todo cuerpo viviente posee un cuerpo etéreo; las plantas y los animales también lo tienen; hasta en los minerales puede el observador atento descubrir indicios de él. Los citados movimientos y corrientes se producen, por de pronto, totalmente independientes de la voluntad y de la conciencia del hombre, del mismo modo que en el cuerpo físico las funciones del corazón o del estómago no dependen de la voluntad.Esta independencia persiste en tanto que el hombre no se dedique a desarrollarse con miras a la adquisición de facultades suprasensibles; pues en determinada etapa la evolución superior consiste precisamente en agregar a las corrientes y los movimientos del cuerpo etéreo independientes de la conciencia, otros que el hombre mismo provoca conscientemente.


EL CUERPO ETERICO Y LAS DIFERENTES CORRIENTES DE ENERGIA


Cuando la enseñanza oculta ha llegado al punto en que comienzan a girar las flores de loto descritas en los párrafos precedentes, mucho ha logrado el discípulo de lo que conduce a provocar en su cuerpo etéreo corrientes y movimientos bien definidos. Este desarrollo da lugar a la formación de una especie de centro en la región del corazón físico de donde irradian corrientes y movimientos de los más variados colores y formas espirituales.Este centro, en realidad, no es meramente un punto, sino una estructura muy compleja, un órgano maravilloso; brilla y centellea espiritualmente en los más diversos colores y ostenta formas de gran regularidad, susceptibles de cambiar rápidamente. Otras formas y corrientes de diversos colores parten de este órgano hacia las demás partes del organismo y también lo trascienden, atravesando e iluminando todo el cuerpo anímico; pero las corrientes más importantes fluyen hacia las flores de loto, circulan por todos los pétalos, regulan su rotación y salen por sus puntas para perderse en el espacio exterior. Cuanto más evolucionado está el hombre, tanto más amplia es la esfera dentro de la cual se propagan estas corrientes.Particularmente estrecha es la conexión de la flor de loto de doce pétalos con el centro descrito. Las corrientes fluyen directamente hacia y a través de ella, por un lado, hacia los lotos de dieciséis y de dos pétalos; por el otro (el de abajo), hacia las flores de loto de ocho, seis y cuatro pétalos. Es por esta organización que en la enseñanza oculta debe ponerse especial cuidado en el desarrollo de la flor de loto de doce pétalos, pues en caso de cualquier desacierto al respecto, el desenvolvimiento de todo este sistema resultaría desordenado.Lo que antecede da una idea de cuan delicado e íntimo es el carácter de la enseñanza oculta y con cuánta exactitud hay que proceder para que todo se desarrolle de la debida manera. Se comprenderá también fácilmente que sólo puede dar instrucciones para el desarrollo de facultades suprasensibles, quien haya experimentado por sí mismo lo que él se proponga desenvolver en otro, y quien esté plenamente capacitado para verificar si sus indicaciones realmente producen el resultado correcto.Si el discípulo procede de acuerdo con las indicaciones recibidas, dota a su cuerpo etéreo de corrientes que están en armonía con las leyes y evolución del mundo al que pertenece el ser humano. Por esta razón, esas indicaciones siempre son trasunto de las grandes leyes de la evolución del mundo. Consisten en los ejercicios de meditación y concentración ya mencionados y otros similares, los cuales, practicados debidamente, producirán los efectos descritos.En determinados momentos, el discípulo debe compenetrarse enteramente del contenido de dichos ejercicios, de modo que, en cierto modo, se sienta interiormente impregnado de él. Se comienza con ejercicios sencillos que, ante todo, sean apropiados para profundizar y dar un carácter más íntimo al pensar sensato y razonado. De este modo, el pensar quedará libre e independiente de todas las impresiones y experiencias sensorias; se concentrará como en un punto que estará bajo el absoluto dominio del hombre. Así se crea un centro interino para las corrientes del cuerpo etéreo. Este centro no está aún en la región del corazón, sino en la cabeza, donde se presenta al clarividente como el punto céntrico del que salen los movimientos.Sólo tendrá completo éxito la enseñanza oculta que, en primer lugar, se empeñe en crear este centro. Si el centro se despertara desde el principio en la región del corazón, el clarividente en ciernes, si bien lograría cierta visión de los mundos superiores, no podría en verdad comprender las relaciones entre estos mundos superiores y nuestro mundo sensible, comprensión absolutamente necesaria para el hombre de la actual etapa evolutiva. El clarividente jamás debe convertirse en romántico, lleno de ilusiones, ni dejar de pisar terreno firme.El centro creado en la cabeza, una vez debidamente fortalecido, será trasladado hacia más abajo, hacia la región de la laringe, lo que se consigue mediante la prosecución de los ejercicios de concentración. Como resultado, las corrientes del cuerpo etéreo partirán de esta última región e iluminarán el espacio anímico en torno al hombre.Continuando los ejercicios, el discípulo adquiere la capacidad de determinar por sí mismo la posición de su cuerpo etéreo. Antes, esta posición dependía de fuerzas exteriores procedentes del cuerpo físico. Con el progreso de su desarrollo, el hombre llega a ser capaz de girar su cuerpo etéreo hacia todos los lados. Esta facultad se produce gracias a las corrientes que circulan aproximadamente a lo largo de ambas manos, partiendo del loto de dos pétalos situado en la región de los ojos. Todo esto es posible por el hecho de que las radiaciones que parten de la laringe, asumen formas redondas, parte de las cuales fluyen hacia el loto de dos pétalos de donde se encauzan, en corrientes ondulantes, a lo largo de las manos. Como resultado ulterior estas corrientes se subdividen y se ramifican de la manera más sutil, entrelazándose para formar una especie de tejido que se transforma para delimitar, como si fuera con una red, todo el cuerpo etéreo.


TU VERBO INTERIOR


Hasta ese momento el cuerpo etéreo no estaba aislado de la esfera circundante, por lo que las corrientes vitales procedentes del océano de vida universal entraban y salían directamente; ahora, en cambio, lo que influye desde afuera debe pasar a través de esta membrana. Como resultado de ello el hombre se torna sensible a estas corrientes externas; las percibe.Ha llegado el momento de dar a todo este sistema de corrientes y movimientos su centro en la región del corazón, lo que se logra mediante la prosecución de los ejercicios de concentración y meditación. Alcanzada esta etapa el hombre recibe el don del 'Verbo interior". Desde este instante, todas las cosas adquieren para él un nuevo significado; su esencia interior, en cierto modo, se torna espiritualmente audible; hablan al hombre de su verdadera naturaleza. Las corrientes anteriormente descritas le ponen en relación con el íntimo ser del universo del que forma parte. Comienza a participar de la vida del mundo circundante y puede hacer que ella repercuta en los movimientos de sus flores de loto.Así, el hombre se eleva al mundo espiritual y con ello adquiere una nueva comprensión de todo cuanto han dicho los grandes maestros de la humanidad. Las palabras del Buda y los Evangelios, por ejemplo, le producen un efecto distinto, le impregnan de una felicidad desconocida hasta entonces, pues el sonido de semejantes palabras concuerda con los movimientos y ritmos que él ha desarrollado en sí mismo.Por propia e inmediata experiencia sabe que hombres como el Buda o los Evangelistas, no expresan sus propias revelaciones, sino aquellas que les afluyen de la íntima esencia de las cosas. Vamos a señalar aquí un hecho que se nos hace comprensible sólo por lo que antecede. El hombre de nuestra actual etapa evolutiva no está en condiciones de apreciar debidamente las muchas repeticiones de los sermones del Buda; en cambio, para el discípulo de la enseñanza oculta llegan a ser algo que él mira con agrado mediante su sentido interior, pues corresponden a ciertos movimientos rítmicos en el cuerpo etéreo.La devota entrega a ellas, en plena quietud interior, produce también una armonía con tales movimientos. Y como estos movimientos son, a su vez, réplica de determinados ritmos cósmicos que, en ciertos puntos, representan también repetición y retorno a ritmos antiguos, resulta que el hombre que presta oído a las palabras del Buda se vincula con los misterios cósmicos.


LAS CUATRO FACULTADES


La ciencia espiritual define cuatro cualidades que el ser humano debe adquirir en el llamado sendero de prueba para elevarse al conocimiento superior.* La primera es la facultad de discernir en los pensamientos lo verdadero de lo aparente; la verdad, de la simple opinión.* La segunda cualidad es la apreciación acertada de lo verdadero y de lo real frente a la apariencia.* La tercera facultad consiste en practicar las seis cualidades ya descritas en el espacio anterior; control y dominio de los pensamientos, dominio de la acción, perseverancia, tolerancia, fe y ecuanimidad.* La cuarta es el amor a la libertad interior.Una comprensión meramente intelectual de lo inherente a estas cualidades no es de la menor utilidad; han de ser incorporadas al alma, de modo que formen la base de hábitos naturales. Tomemos, por ejemplo, la primera cualidad: el discernimiento entre lo verdadero y la apariencia. El hombre tiene que ejercitarse de manera que sepa discernir siempre espontáneamente, en todo lo que se le presente, entre lo secundario y lo que tiene significación e importancia. Sólo es posible lograrlo si, con toda calma y paciencia, se repiten estas tentativas en cada observación del mundo exterior.Al final, se llega a fijar la mirada con toda naturalidad en lo verdadero, como antes uno se contentaba con lo accidental. Todo lo temporal sólo es símbolo. Esta verdad se convierte en convicción palmaria del alma. Otro tanto puede decirse con respecto a las otras tres cualidades.Bajo la influencia de estos cuatro hábitos del alma se transforma efectivamente el sutil cuerpo etéreo del hombre. Mediante el primero, o sea, el "discernimiento entre lo verdadero y la apariencia", se crea en la cabeza el referido centro y se prepara el de la laringe. Su verdadero desarrollo requiere, por cierto, los ejercicios de concentración antes descritos; ellos favorecen el desarrollo, en tanto que los cuatro hábitos conducen a la madurez. Una vez preparado el centro en la región de la laringe, la correcta apreciación de lo verdadero frente a la apariencia accidental, da por resultado el libre dominio del cuerpo etéreo, así como su revestimiento y delimitación mediante el mencionado tejido filamentoso.Si el hombre adquiere esta facultad de apreciación, paulatinamente se le tornan perceptibles las realidades espirituales, mas no deberá creer que basta realizar acciones que parezcan significativas conforme a un criterio intelectual; la acción más sencilla, el más pequeño quehacer, tienen algo de importante dentro de la gran economía universal; sólo se trata de adquirir conciencia de esta significación. Lo que importa no es el menosprecio, sino la estimación correcta de los quehaceres cotidianos de la vida.Ya hemos hablado de las seis virtudes que integran la tercera cualidad; guardan relación con el desenvolvimiento del loto de doce pétalos en la región del corazón y, como ya indicamos, es a este centro adonde debe encauzarse efectivamente la corriente vital del cuerpo etéreo. La cuarta cualidad, o sea, el anhelo de liberación, sirve para hacer madurar el órgano etéreo cerca del corazón. Cuando esta cualidad se haya convertido en hábito del alma, el hombre se libera de todo lo que se vincula exclusivamente con las facultades de su naturaleza personal; deja de considerar las cosas desde su punto de vista particular. Desaparecen los estrechos límites de su propio ser que lo ataban a este punto de vista, y los misterios del mundo espiritual se abren paso hacia su interioridad. He ahí la liberación, pues aquellas ataduras hacían que el hombre juzgara las cosas y seres de acuerdo con su naturaleza personal. El discípulo tiene que librarse e independizarse de este modo personal de considerar las cosas.


LA ENSEÑANZA DE LOS INICIADOS


De lo que hemos expuesto hasta ahora se ve claramente que las instrucciones que emanan de la ciencia espiritual ejercen una influencia determinante hasta en lo más íntimo de la naturaleza humana. De esta índole son las instrucciones que se refieren a las cuatro cualidades, y ellas figuran, en una u otra forma en todas las concepciones del mundo que tienen en cuenta el mundo espiritual. Los fundadores de semejantes cosmovisiones han dado a la humanidad esas instrucciones, no partiendo de un nebuloso sentimiento, sino en virtud de ser grandes iniciados. Basándose en su conocimiento espiritual formularon sus preceptos morales. Sabían cómo actúan éstos sobre lo sutil de la naturaleza humana y deseaban que sus adeptos gradualmente desarrollaran esa parte sutil de la naturaleza humana.Vivir de acuerdo con tales concepciones del mundo significa trabajar por el propio perfeccionamiento espiritual. Sólo si el hombre sigue estas indicaciones, servirán al universo entero. El deseo de perfeccionarse no es, de modo alguno, egoísmo, ya que el hombre imperfecto es también servidor imperfecto de la humanidad y del mundo. Cuanto más perfecto sea el hombre tanto mejor sirve a la sociedad en su conjunto. "Si la rosa es bella, embellece el jardín".Así se entiende que los fundadores de las grandes cosmovisiones sean los grandes iniciados. Lo que de ellos emana se difunde en las almas humanas, de modo que, junto con la humanidad, progresa el mundo entero. Los iniciados han trabajado conscientemente para propiciar este proceso evolutivo de la humanidad. Sólo se comprenderá el contenido de sus enseñanzas si se tiene en cuenta que tienen su origen en el conocimiento de lo más recóndito de la naturaleza humana.Los iniciados poseían profundos conocimientos, y en base a ellos crearon los ideales de la humanidad. El hombre se acerca a estos grandes guías si, mediante su propio desarrollo, se eleva hasta su altura.

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