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11/25/2006

CREANDO COMPASION CONCIENTE


PRIMER PASO:

IDENTIFICAR LOS PENSAMIENTOS

NO COMPASIVOS

Antes de empezar sería interesante aclarar que debemos distinguir entre el sentimiento de compasión y la práctica de la Compasión. El sentimiento de la compasión es sinónimo del sentimiento de simpatía. Lo que recomiendo, más bien, es la práctica continuada y deliberada de la Compasión.
No es posible forzarse a uno mismo a sentir lo que no siente. Es posible, no obstante, cambiar ciertos hábitos de pensamiento. Cuando cambian nuestros hábitos de pensamiento, también cambian nuestros sentimientos, sin esfuerzo, y lo mismo sucede con nuestra conducta. Dedicaré este escrito al modo de cambiar los hábitos de pensamiento para que sean más compasivos.
El cambio de los hábitos de pensamiento es un proceso de cuatro pasos. El primer paso es identificar los pensamientos habituales que deben cambiarse. El segundo paso es formular pensamientos nuevos para que ocupen el lugar de los anteriores. El tercer paso es sustituir de manera continuada los pensamientos antiguos y no deseados por los nuevos y deseados mientras seguimos viviendo nuestra vida normalmente. El paso cuarto es hacer el esfuerzo de comportarse de modos que concuerden con los pensamientos nuevos. (El pensamiento cambia la conducta, pero la conducta puede cambiar también el pensamiento.) Añado un quinto paso para la práctica de la Compasión: represente la Compasión con una sonrisa, cuando pueda hacerlo con sinceridad y sintiéndose a gusto.
Quizás al cabo de un día, quizás al cabo de diez años, los pensamientos nuevos, compasivos, empezarán a hacerse habituales y los pensamientos antiguos, no compasivos, se volverán menos frecuentes. El tiempo que tarde usted dependerá en parte de su carácter, en parte de sus circunstancias y en parte de lo mucho o poco que desee ser compasivo. Dado que el deseo de Más es instintivo e implacable, el proceso debe ser renovado continuamente. Considere que tendrá que trabajar en ello durante el resto de su vida.


SEGUNDO PASO :

FORMULAR PENSAMIENTOS

COMPASIVOS

Este paso no exige gran concentración a largo plazo. A corto plazo nos plantea un cierto desafío, por la sencilla razón de que todos practicamos mucho el pensamiento no compasivo y vemos muchos ejemplos del mismo, mientras que vemos muy pocos ejemplos de pensamiento compasivo. Cuando intente formular pensamientos compasivos como reacción ante situaciones difíciles, deberá volver una y otra vez al mismo principio, sencillo pero poderoso: Esta persona desea, en último extremo, aproximadamente las mismas cosas que yo deseo, por aproximadamente los mismos motivos. Sólo deferimos en las estrategias que elegimos y en las oportunidades y en los talentos de que disponemos.
Este principio tiene una serie de corolarios: Nadie tiene el derecho absoluto de obtener lo que desea. Nadie obtiene nunca todo lo que desea. Todo el mundo queda decepcionado en último extremo. Ningún ser supremo ni ninguna fuerza poderosa decide quién será recompensado y quién quedará decepcionado.
Nadie merece el dolor. Nadie merece evitar el dolor. El dolor es una parte inevitable de todas las vidas. Ningún ser supremo ni ninguna fuerza misteriosa decide quién sufrirá y quién no.
Nadie puede estar absolutamente seguro de tener la razón y de que su adversario no la tiene. Nadie puede estar seguro nunca de que sus fines justifiquen sus medios.
Todos temen perder lo que tienen, exactamente del mismo modo que yo temo perder lo que tengo.
Nadie (ni yo tampoco) quiere ser impotente; pocas personas renuncian voluntariamente a su poder, por muy ilegítimo que considere yo que es el poder de ellos.
Cuando otra persona se siente triste, asustada o enfadada, lo que siente es aproximadamente lo mismo que siento yo en su situación.
Los demás justifican sus métodos para obtener lo que desean exactamente de la misma manera que justifico yo mis métodos para obtener lo que deseo.
Hay momentos en los que es preciso hacer frente a las afrentas. Hay momentos en los que debemos hacer valer nuestros derechos. Hay momentos en los que debemos protegernos a nosotros mismos o a nuestros seres queridos. Existen ocasiones, raras, en las que una persona debe recurrir a la violencia contra otra. Pero es posible hacer frente a las afrentas, hacer valer nuestros derechos, imponerse sobre otra persona, castigar a otra persona o incluso recurrir a la violencia sin odio ni desprecio al adversario. La compasión no está reñida necesariamente con la fuerza de carácter. Los deseos de las demás personas no son menos válidos que los nuestros, pero tampoco son más válidos. En general, las personas que practican la Compasión se hacen valer selectivamente, quizás de una manera más paciente o menos combativa que otras personas, pero se hacen valer en todo caso.
La Compasión no le exige que renuncie a sus principios éticos. No le impide que cumpla con sus deberes ni con sus responsabilidades. Un juez compasivo no dejará de dictar sentencias. Un policía compasivo no dejará de detener a la gente. La ética compasiva puede permitirnos, incluso, que recurramos a la violencia contra otras personas, bajo ciertas circunstancias muy limitadas.
Ustedes pueden llegar a preguntarse: "Si voy a dar a alguien una patada en el trasero, ¿qué importancia tiene si lo hago con Compasión o con odio?" La respuesta es que practicamos la Compasión en primer lugar para nuestro propio bien; en segundo lugar, para el bien de nuestros seres queridos, y en tercer lugar, para el bien del mundo entero. Pueden existir ocasiones en que una mente compasiva puede ayudarnos a enfrentarnos a una adversario de una manera más razonable o delicada, de tal modo que nuestra Compasión beneficia a nuestro adversario; pero éste es un beneficio circunstancial, y no un motivo primario para la práctica de la Compasión. No es demasiado probable que nuestro adversario advierta nuestra Compasión; menos probable todavía que la aprecie.
La compasión puede aumentar su autoestima por poner en tela de juicio la legitimidad de las jerarquías sociales con que usted se encuentra. La práctica de la Compasión establece que usted no es más importante que ninguna otra persona, pero también establece que ninguna otra persona es más importante que usted. Éste es otro de los resultados circunstanciales e imprevisibles de la práctica de la Compasión. Recuerdo una conocida que resaltaba por ser una persona notablemente capacitada y honrada, con una poderosa autoestima. En cierta ocasión me explicó: "Mi abuela me crió, y todos los días, cuando yo salía de casa para ir a la escuela o al trabajo, me decía: "Recuerda: no eres mejor que nadie, y nadie es mejor que tú." ¡Supongo que acabó convenciéndome!"


TERCER PASO

SUSTITUIR LOS PENSAMIENTOS

NO COMPASIVOS POR

PENSAMIENTOS

COMPASIVOS

Este paso es muy fácil de entender. Durante el resto de su vida, todos los días, durante todo el día, vigile en sí mismo la aparición de pensamientos no compasivos, de palabras no compasivas y de actos no compasivos. Las palabras no compasivas suelen representar un pensamiento no compasivo. Los actos no compasivos siempre están provocados por pensamientos no compasivos. Si usted es consciente de haberse comportado de manera no compasiva, intente reconstruir el pensamiento no compasivo que motivó su acto.
Cuando detecte pensamientos no compasivos, sustitúyalos deliberadamente por pensamientos compasivos adecuados para la situación. Es muy difícil formular pensamientos compasivos cuando uno está enfadado o se siente amenazado, de modo que usted no se sienta demasiado mal si no consigue pensar compasivamente en el calor de un enfrentamiento. No obstante, muchos enfrentamientos se producen de manera repetida y previsible. Usted puede formular por adelantado pensamientos compasivos para estas situaciones. Por ejemplo, yo voy a mi trabajo en automóvil todos los días; recorro veintitrés kilómetros de ida y otros tantos de vuelta por una autopista llena de camiones grandes que suelen circular a demasiada velocidad y pegarse a la cola de los demás. He memorizado pensamientos compasivos sobre los conductores, pensamientos que repito de memoria siempre que advierto que me siento enfadado o amenazado. Todavía sigue sin gustarme su conducta, pero la Compasión no me exige que me guste. No dude en memorizar pensamientos compasivos para utilizarlos en las situaciones que se suelen presentar en su vida, enfados o disgustos con familiares, amigos, conocidos.
Cuando usted se encuentre en una situación nueva que presente un enorme desafío a su intención de practicar la Compasión, lo más prudente sería dedicar cierto tiempo, si puede, a formular pensamientos compasivos. Si no le es posible, puede interesarle revisar la situación más tarde, intentar comprender los pensamientos no compasivos que surgieron e intentar formular alternativas compasivas.
Es posible que lean este escrito algunas personas excepcionalmente desafortunadas. Es posible que al lector que le haya hecho daño una persona viciosa o irresponsable o un sistema social injusto. En ese caso, seguramente le resultará muy difícil pensar con Compasión acerca de las personas que le han hecho daño. No se preocupe demasiado por eso al principio. Los culturistas empiezan por levantar pesas de veinte kilos antes de llegar a las de ciento noventa kilos. Refuerce sus músculos de la Compasión practicando al principio con la gente corriente que lo rodea. Si usted está en la cárcel, empiece por los funcionarios que ve todos los días, o por sus compañeros. Si usted está en una silla de ruedas, empiece por los miembros de su familia o por las personas que lo cuidan. No intente esperar el día en que pueda ser compasivo con las personas que le han causado los mayores males. Limítese a practicar la Compasión de una manera corriente, todos los días. Su capacidad para la Compasión se desarrollará lentamente, siguiendo su propio calendario.
La práctica diaria de la Compasión exige algo parecido a la fe. No quiero decir que usted deba mantener una fe irracional en el valor de la Compasión. Al contrario: yo estoy procurando presentar una explicación lógica y práctica de la necesidad de la Compasión. A pesar de todo, en la vida diaria las cosas suceden a veces de manera precipitada e imprevisible. En pocos segundos, cualquier persona se puede sentir molesta, frustrada o amenazada, algunas veces sin entender claramente lo que ha hecho o dicho otra persona para producir esta reacción. En momentos como éstos, es posible que no se disponga de tiempo para revisar las ideas complejas que sirven de base para la práctica de la Compasión. Por el contrario, a veces es necesario hablar o comportarse compasivamente de una manera automática o sin pensarlo. O bien, usted puede recordar alguna frase o imagen sencilla en la que se condense la lógica de la Compasión. La frase "todo el mundo tiene el corazón hambriento" da resultado para mí, pero es probable que otras personas tengan que crear sus propios recordatorios personales. Más adelante, cuando tenga más tiempo para reflexionar, puede replantearse el suceso e intentar relacionarlo con la práctica de la Compasión con mayor detalle.
Pueden existir otras ocasiones en que la mala conducta de otra persona sea tan extrema que a usted simplemente le falle la imaginación. Puede parecerle imposible creer que la persona que lo ofende desee aproximadamente las mismas cosas que usted, aproximadamente por los mismos motivos. En momentos así, probablemente le valdrá la pena suponer que es cierto, aunque no sea capaz de demostrárselo a sí mismo. Es posible que con el tiempo llegue a comprenderlo mejor.
Como ejemplo, es posible que la mayoría de la gente no sea capaz de comprender plenamente la mente de Sadam Husein. ¿Es posible, verdaderamente, que torture y asesine a sus enemigos políticos y que arroje gases venenosos sobre la población kurda indefensa, aproximadamente por los mismos motivos por los que yo me levanto a trabajar todas las mañanas? Parece que es llevar las cosas bastante lejos, ¿no? Pero si reflexiona un poco, lo veo más claro. Evidentemente, es muy importante para él conservar la riqueza, el poder y el nivel social que ha conseguido después de toda una vida de trabajo. Es probable que se impusiera por la astucia a otros rivales políticos suyos tan malos y tan equivocados como él, de modo que quizás sienta que no es peor que otros que podrían haber ocupado su cargo. También es probable que tema, con razón, que si pierde el poder lo aniquilen a él y a toda su familia: es la posibilidad más catastrófica dentro de los fracasos en la reproducción. Si lo intento a fondo, soy capaz de imaginarme que si yo hubiera nacido en Iraq en circunstancias difíciles y que si Sadam Husein hubiera nacido el Barcelona, en España, con las condiciones estables que ya hace tiempo vivimos, él podría estar escribiendo estas letras y yo podría haberme convertido en un dictador despiadado.


CUARTO PASO :

OBRAR COMPASIVAMENTE

La conducta y la emoción cambian cuando cambian los pensamientos. Si usted practica la Compasión, probablemente se comportará más compasivamente y disfrutará con mayor frecuencia de pensamientos compasivos.
Por otra parte, los pensamientos cambian cuando cambia la conducta. Por ejemplo, a las personas que padecen fobias no les resulta fácil quitarse de encima sus miedos por medio de pensamientos; es más probable que se recuperen por completo cuando se exponen deliberada y repetidamente a la situación temida. Aparentemente, la programación del cerebro atribuye mayor credibilidad a los actos que a los pensamientos.
El cambio verdadero y duradero es difícil de conseguir, incluso para los adultos inteligentes y muy motivados. La vida real nos desafía de muchas maneras dolorosas, agotadoras y confusas. Aprender a desear lo que se tiene es más difícil que la mayoría de los otros cambios que nos pudieran interesar. Cuando usted desea hacer un cambio verdaderamente difícil, necesita toda la ayuda que pueda recabar. En la mayoría de los casos, necesita considerar tanto sus pensamientos como su conducta efectiva; el mejor camino para el éxito consiste en cambiar ambas cosas de una manera bien pensada, coherente y paciente.
Si usted se toma en serio la práctica de la Compasión, tiene mayores probabilidades de éxito si se comporta compasivamente de manera deliberada, incluso en las ocasiones en las que no siente ninguna Compasión y ni siquiera está necesariamente pensando con Compasión. La conducta compasiva a favor de sus parientes, de otros seres queridos o de personas que pudieran corresponderle algún día no necesariamente favorece su práctica de la Compasión. En tales casos existe demasiado campo para el egoísmo disfrazado de Compasión. (Naturalmente usted también debe tratar compasivamente a estas personas.) La conducta compasiva que tiene muchas posibilidades de mejorar su reputación de buena persona también puede ser un egoísmo encubierto. Tenga cuidado con ella.
Podemos concebir dos tipos de actos compasivos deliberados. Unos podríamos llamarlos actos de educación de la empatía. Los actos del segundo tipo son de generosidad pura, y son relativamente difíciles.
Para practicar la educación de la empatía, intente preparar una lista de las personas hacia las cuales le resulta especialmente difícil ser compasivo. Ordene los nombres de menor a mayor dificultad. Empiece por la persona o grupo más fácil y vaya subiendo hasta la más difícil. Haga un esfuerzo por desarrollar empatía hacia la persona. Investigue; entérese de más cosas sobre ella. Pase algún tiempo con ella o con alguien semejante. Mientras pasa algún tiempo con la persona, aproveche para realizar pequeños actos de amabilidad o de amistad. Escuche, observe, absorba datos sin realizar juicios de valor innecesarios. Lo que no pueda descubrir, súplalo con conjeturas prudentes. ¿Con qué temperamento nació, probablemente? ¿Qué estrategias competitivas aprendió o dejó de aprender de su familia y de sus semejantes? ¿Qué talentos tiene, y qué talentos le faltan? ¿Ha sufrido dolor, desgracias o circunstancias afortunadas que puedan haber modificado permanentemente su carácter? Cuando usted haya comprendido estas cosas, intente imaginarse que está viviendo la vida de la otra persona: empezando por el nacimiento, viendo lo que ella vio, sintiendo sus percepciones sensoriales, su imagen corporal, sus impulsos instintivos, sus relaciones amorosas, sus triunfos y sus humillaciones; tal como la persona lo vivió, razonando como ella razona, suponiendo las cosas que ella aprendió a suponer.
Este método exige cierto tiempo y esfuerzo, tanto más cuantas más personas o grupos figuren en su lista; pero en realidad no es tan difícil. Al terminar el ejercicio descubrirá muchas veces que su humanidad común con esa persona le salta a la vista dolorosamente. Como dice la canción, "Sólo nos separa el azar".
El segundo tipo, más arduo, de actos compasivos consiste en dedicar tiempo, energía e interés personal para ayudar o consolar a alguna persona (o grupo) que difícilmente puedan corresponderle algún día. La caridad monetaria es uno de los elementos de la Compasión, pero no basta por sí sola para convertirlo a usted en una persona compasiva. Es demasiado fácil dar dinero sin dejar de mantener una prudente distancia de las personas que se beneficiarán de su obsequio. Tampoco en este caso debe usted avergonzarse de empezar por los casos más sencillos. Por otra parte, si quiere presentarse a sí mismo un verdadero desafío, compórtese de manera compasiva con una persona a la que encuentre excepcionalmente detestable. Por ejemplo, si los criminales violentos lo molestan, busque a alguno que esté en la cárcel y con el que pueda mantener correspondencia.
¡Precaución! No permita que la Compasión lo lleve a la ingenuidad. No tome la ingenuidad por camino a la Compasión. Por experiencia personal, le diré, que muchos presos, la mayoría quizás, carecen de una conciencia normal. (Por eso no se reduce la tasa de criminalidad construyendo más cárceles. Nadie adquirió jamás conciencia en una cárcel.) Los presos son célebres por su capacidad para manipular, engañar y explotar a los visitantes bienintencionados. Comprensiblemente, estas características hacen que sea difícil ser verdaderamente compasivos con ellos. Pero el principio de la Compasión no deja de regir. Los delincuentes quieren riqueza, nivel social y amor, ni más ni menos que usted y que yo, por los mismos motivos que nosotros. Se han especializado en obtener estas cosas por medio del engaño y de la violencia. Sólo se diferencian de usted y de mí en las estrategias que prefieren.
No quiero sugerirle que abandone su trabajo y a su familia para cuidar a los enfermos de sida moribundos, ni que venda su casa y entregue el dinero a los que no tienen hogar. Pueden existir otras personas que dependen de la presencia de usted o de la renta que usted les proporciona. Su profesión puede aportar un servicio socialmente necesario. Por otra parte, existen personas que están dispuestas y capacitadas para hacer sacrificios extremos en la práctica de la Compasión. Su práctica de la Compasión puede hacer que usted las admire más que antes, y si usted quiere sacrificarse también, está bien, siempre que no haga sufrir por ello a otras personas que dependen de usted.
También puede buscar ocasiones de comportarse compasivamente de maneras más sistemáticas. Si los requisitos de la conducta compasiva le parecen obligaciones pesadas, es mejor dejarlos pasar temporalmente. Siga trabajando con el pensamiento compasivo hasta que esté seguro de que la conducta compasiva con los demás mejorará la calidad de su propia vida. Vuelva a intentarlo más tarde con alguna otra actividad compasiva que sea menos dura, cada uno de nosotros hemos de encontrar nuestro justo equilibrio para poder llevar a la practica la Compasión, nuestra Compasión. Cuando vayan desarrollándose los músculos de su Compasión, se sentirá, más cómodo con actos compasivos que antes lo habrían dejado resentido.


QUINTO PASO :

SONRIA ( SI PUEDE )

Últimamente se han llevado a cabo ciertas investigaciones interesantes sobre la sonrisa. Parece ser que cuando las personas sonríen (aunque digan que no quieren sonreír ni tengan motivos poderosos para hacerlo) se sienten más felices, y las regiones de su cerebro que están relacionadas con los sentimientos de felicidad se activan, según los instrumentos de medida de laboratorio. Yo albergo ciertas reservas sobre este tipo de cosas, pero me parece que algunas situaciones están pidiendo a gritos una sonrisa. Si usted siente Compasión, es probable que le apetezca sonreír, incluso aunque deba sonreír entre sus lágrimas. En esos momentos, procure no reprimir la sonrisa. Cuando estamos practicando la Compasión, y la estamos practicando con éxito, pero no tenemos sentimientos compasivos, a veces una sonrisa puede marcar la diferencia.
Usted no tiene por qué sonreír a nadie. Eso depende de usted. No fuerce la sonrisa. Dé la bienvenida a la sonrisa cuando llegue. Sonría interiormente al principio y vea si se le extiende hasta la cara. Tenga paciencia: puede tardar un momento. Si quiere levantar voluntariamente la comisura de la boca, sólo un poco, adelante; pero hágalo despacio y delicadamente. Por causas neurológicas complicadas que no voy a explicar aquí, a la mayoría de las personas les resulta más eficaz levantar sólo la comisura izquierda de la boca: la comisura derecha la seguirá involuntariamente, produciendo una sonrisa completa. Para mí, una sonrisa compasiva es como el sello de correos de una carta de amor.

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