Sé fiel a ti mismo y así, de la manera como la noche sigue al día, serás consecuente con tus semejantes” (W. Shakespeare).
Al pensar en la fidelidad como una cualidad de los seres humanos la relacionamos con la idea del noviazgo, matrimonio o pareja. Es evidente que la razón de esta correlación se deriva del valor que una sociedad originada, desarrollada e integrada por un sinfín de parejas, le da al atributo de ser fiel.
Quizás de niños llegamos a admirar el ejemplo de matrimonios, como el de nuestros padres, abuelos, tíos, etcétera; en los que encontramos una acertada personificación de la fidelidad como ese valor que radica en la capacidad de cumplir las promesas hechas a otras personas. En otros casos, el patrón de la fidelidad no lo hallamos en el ejemplo de nuestros padres o seres más cercanos, lo cual nos impide llegar a creer totalmente que los compromisos contraídos con otras personas o que alguien más hace con nosotros, puedan ser cumplidos de manera absoluta.
Pese al gran peso que tiene el valor de la fidelidad en la vida de una persona, hoy se le ha restado importancia a este elemento fundamental que debe tener todo noviazgo, matrimonio, amistad, relación padres e hijos, asuntos laborales y principalmente, la relación con nosotros mismos. De esto último es interesante ver que la mayor parte del tiempo poco nos percatamos del gran esfuerzo que hacemos al intentar ser fieles a las ideas y deseos de otros, sin detenernos a pensar en la fidelidad que le debemos a nuestras creencias, principios, valores, metas, sentimientos y pensamientos.
Aprender que ser fiel a alguien más requiere del entendimiento previo de que el compromiso de la fidelidad empieza con nuestra propia persona. Comprender que en la misma medida en que le seamos fiel a nuestra esencia seremos fieles a quienes nos rodean, y nos hará mujeres y hombres íntegros y felices.
Esfuerzate al máximo por ser leal a las promesas que hayas hecho porque, la fidelidad es una cualidad que requiere esfuerzo y sacrificio, que antepongamos el cumplimiento de nuestras promesas a cambio de opiniones, necesidades o deseos. En lo que respecta a nuestra fidelidad interna será quizás mayor el esfuerzo por hacer, debido a que seremos los únicos que sabremos si hemos fallado y, por consiguiente, los que más lleguen a sufrir. Recordemos que ser leales a nuestras metas y principios implica una total convicción hacia ellos, para que nuestro esfuerzo valga realmente la pena. Recordemos que el compromiso de la fidelidad empieza por nosotros mismos, para después extenderse a los demás
Ser leales a lo que somos y a lo que nos integra como individuos es el primer paso que debemos dar para ser fieles con quienes nos rodean. Recordar que en la misma medida en que seamos leales y congruentes con nuestra esencia, promesas y objetivos de vida, nos permitirá ser igualmente fieles con aquellas personas que han depositado su confianza en nosotros y con las que, ya sea explícita o implícitamente, hemos hecho promesas.
No olvides que el compromiso de la fidelidad no comienza, por ejemplo, con la entrega de un anillo, que se quita y se pone cuando más conviene. Todo lo contrario, el ser fieles es una promesa que debe comenzar con convicciones reales, que más que adornar con brillo el corazón, le den luz propia.
Desde mi retiro espiritual y pequeña vacacion con mis hermanas te envio estas reflexiones con Amor Puro e Infinito. Alma.
P.D. : Fb ? solo a veces y solo con amigos de muy extrema confianza. Llegare a ti cuando no me esperes y ahi te abrazaré con mas API.